"La oración está llamada a ser no una actividad entre otras, sino la actividad fundamental de nuestra existencia, el ritmo mismo de nuestra vida profunda, la respiración de nuestro corazón, por decirlo así". (1)

(1) Jacques Philippe, La Oración Camino de Amor, página 132

jueves, 9 de enero de 2020

Los Santos y La Oración

SIN VIDA DE ORACIÓN, NO HAY SANTIDAD

"Todos los santos han hecho oración.  Los más entregados al servicio del prójimo eran también los más contemplativos.  San Vicente de Paúl empezaba cada jornada haciendo dos o tres oras de oración.
Sin ella es imposible avanzar espiritualmente...Y es que sin la oración, no podremos recibir la ayuda de Dios necesaria para transformarnos y santificarnos en profundidad.  En este sentido el testimonio de los santos es unánime.
Se puede objetar que Dios nos confiere la gracia santificante también, e incluso principalmente, a través de los sacramentos.  La misa es en sí más importante que la oración.  Es cierto, pero sin una vida de oración, hasta los mismos sacramentos tendrán una eficacia limitada.  Por supuesto, confieren la gracia, pero queda parcialmente estéril porque le falta la "buena tierra" para recibirla...
Si una persona, por practicante y piadosa que sea, no hace de su oración un hábito, tampoco alcanzará el pleno desarrollo de su vida espiritual".(1)


Santa Faustina Kowalska

146. A través de la oración, el alma se arma para enfrentar cualquier batalla.  En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar.  Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora, sumergida en los pecados, para poder levantarse.  Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración.

147. Recuerdo que recibí luz en la mayor abundancia durante la adoración de media hora que hacía todos los días durante la Cuaresma, postrándome en cruz delante del Santísimo Sacramento.  En aquel tiempo me conocí más profundamente a mí y a Dios.  Para hacer aquella oración encontré muchos obstáculos, a pesar de tener el permiso de las Superioras.  El alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de paciencia y con  esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores.  Las dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones; las exteriores: el respeto humano y la necesidad de respetar los momentos destinados a la oración.  Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los deberes y si la recé, fue con gran dificultad, porque el pensamiento huía hacia los deberes.  Me sucedió también esta dificultad que si el alma había rezado bien la oración y había salido de ella con un profundo recogimiento interior, otras personas perturbaban ese recogimiento.  Así, pues, es necesaria la paciencia, para perseverar en la oración.  Me sucedió más de una vez que cuando mi alma estaba sumergida en Dios más profundamente y sacaba mayor provecho de la oración, y la presencia de Dios la acompañaba durante el día, y en el trabajo había más concentración y más perfección, y más empeño en el deber, no obstante me sucedía que justamente entonces recibía el mayor numero de reproches de ser negligente, indiferente a todo, porque las almas menos recogidas quieren que las demás se les parezcan, ya que constituyen para ellas un remordimiento continuo.

202. Hoy ha venido a visitarme una hermana mía de sangre [108].  Cuando me ha contado sus intenciones, he temblado de miedo, ¿es posible esto?  Esta querida alma bella frente a Dios, no obstante unas grandes tinieblas habían bajado sobre ella y no sabía defenderse.  Todo lo veía en negro.  El buen Dios me la ha confiado, durante dos semanas pude trabajar sobre ella.  Sin embargo, cuántos sacrificios me ha costado, solamente Dios lo sabe.  Por ninguna otra alma he llevado al trono de Dios tantos sacrificios, sufrimientos y oraciones como por ella.  (98)  Sentía que había forzado a Dios a concederle la gracia.  Cuando pienso en todo esto, veo un verdadero milagro.  Ahora veo cuánto poder tiene la plegaria de intercesión ante Dios.

320. Jesús me enseñó cuánto le agrada la plegaria reparadora; me dijo:  La plegaria de un alma humilde y amante aplaca la ira de Mi Padre y atrae un mar de bendiciones.  Después de la adoración, a medio camino hacia mi celda, fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes, que saltaban y aullaban con una intención de desgarrarme en pedazos.  Me di cuenta de que no eran perros sino demonios.  Uno de ellos dijo con rabia:  Como esta noche nos has llevado muchas almas, nosotros te desgarraremos en pedazos.  Contesté:  Si tal es la voluntad de Dios misericordiosísimo, desgárrenme en pedazos, porque me lo he merecido justamente, siendo la más miserable entre los pecadores y Dios es siempre santo, justo e infinitamente misericordioso.  A estas palabras, los demonios todos juntos contestaron:  Huyamos porque no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella.  Y desaparecieron del camino como polvo, como rumor, mientras yo tranquila, terminando el Te Deum, iba a la celda contemplando la infinita e insondable misericordia Divina.

872. Durante la Hora Santa el Señor me concedió experimentar su Pasión.  Compartí la amargura de la Pasión de la que estaba colmada su alma.  Jesús me dio a conocer como el alma debe ser fiel a la oración, a pesar de las tribulaciones y la aridez y las tentaciones, porque de tal plegaria en gran medida depende a veces la realización de los grandes proyectos de Dios; y si no perseveramos en tal plegaria, ponemos impedimentos a lo que Dios quiere hacer a través de nosotros o en nosotros.  Que cada alma recuerde estas palabras: Y encontrándose en una situación difícil, rogaba más tiempo.  Yo prolongo siempre tal oración por cuanto me es posible y compatible con mis deberes.

1387. Hay momentos en la vida cuando el alma se encuentra en un estado en que casi no comprende las palabras humanas, todo la cansa y nada la calma menos una plegaria fervorosa.  En una oración fervorosa el alma encuentra alivio y aunque quisiera explicaciones de las criaturas, estas mismas le procurarían solamente una mayor inquietud.

1690. Hoy, después de la Santa Comunión, Jesús me dijo: Hija Mía, dame almas; has de saber que tu misión es (64) la de conquistarme almas con la oración y el sacrificio, animándolas a la confianza en Mi misericordia.

1783. Al sumergirme en la oración y unirme a todas las Misas que en ese momento se estaban celebrando en el mundo entero, rogué a Dios, a través de todas esas Santas Misas, la misericordia para el mundo y especialmente para los pobres pecadores que en ese momento estaban en agonía.  Y en aquel momento dentro de mi recibí la respuesta de Dios, de que mil almas (132) habían recibido la gracia a través de la oración que yo había elevado a Dios.  No sabemos qué número de almas que podemos salvar con nuestras oraciones y nuestro sacrificio, por eso oremos siempre por los pecadores.

Santa Laura Montoya


Pocos días después de comenzadas las tareas, le dije a misiá Marcelina que me permitiera permanecer en el dormitorio mientras las demás niñas iban al tocador. - ¿Para qué? Para hacer oración, le contesté.  ¿Y no se lavará, ni peinará? - si señora, yo sabré arreglarme a tiempo para ello, sin faltar a nada.  Ella riéndose me dijo: Bueno, pero va a estar usted muy poco decente, porque las demás gastan tres cuartos de hora acicalándose.  Yo estaré bien, le dije no se inquiete.
Desde aquel día comencé´a hacer mi oración con la mayor regularidad.  No dejaban de inquietarse por ello, las compañeras ¿Qué hace Laura? decían.  ¿Por qué se está en el dormitorio siendo prohibido? Es que reza mucho, contestaban otras y se tranquilizaban, pues ninguna era inclinada a rezar.  Cosa particular padre y yo no podía convencerme de que vivieran sin oración; creía que la hacían sin que yo lo advirtiera, o a altas horas de la noche.  Así debiera  ser. padre, ¿no es verdad? Que duro es persuadirse de que hay personas a quienes no les hace falta la oración.  Cuando pienso en la vida de esas personas se me ocurre que han de vivir aburridas como me aburría yo en los primeros años de mi vida, cuando no conocía a Dios.  Esa vida sin oración, se me parece a chupar un ovillo de hilo.  Es que la gente cree que orar es cosa dura.  Si yo pudiera decir lo que con esto siento.

Mi tarea interior se encaminaba a conseguir la rectitud de intención…Para ello le daba mucha importancia al ofrecimiento de obras con las oraciones de la mañana que mi madre mi enseñó. Luego las abandoné y le decía a Dios lo que el corazón me inspiraba…

Agradecía tanto mi creación que mi oración muchas veces, se reducía a considerar el amor con que Dios había ido formando todas las partes de mi cuerpo y sentía hondo dolor por no haber podido acompañarlo en esta labor, concurriendo con él a la formación de mi cuerpo y de mi alma.  Para llenar este deseo, aunque tarde, me entretenía en suponer aquellas evoluciones de mi formación, naturalmente alabando a Dios en cada una.
Llegué hasta pensar en el tiempo en que la sustancia de mi ser circulaba por las venas de mis padres y me era consuelo acompañarla, alabando a Dios y bendiciéndole por la elección de cada una de las partículas de aquella sustancia.  Esto me era oración fervorosa.  No sé que esto se le haya ocurrido a nadie y tuve escrúpulo de ello.  El confesor, aunque no sé bien si me entendió, me dijo que si esto aumentaba mi amor podía hacerlo y que no me forzara a hacerlo.  Lo cumplí, pues pasados algunos meses no tuve espíritu para ello; pero confieso que esto me fue benéfico pues adquirí una total conformidad con Dios, acerca de lo que Él escogió para mi: Estatura, color, carácter, temperamento, familia, salud, etc.  A tal punto que me identifiqué con la elección de Dios, que si me hubiera llamado a que eligiera mi posición, asegurándome que Él quedaría contento con la que yo escogiera, no habría elegido otra cosa.  Temo reverendo padre, asegurar esto de un modo tan terminante, puesto que no he de poder probármelo con la práctica.  Pero así lo siento en mi interior y se lo digo a Dios.

Santa Teresa del Niño Jesús


En aquella época, nadie me había enseñado todavía como hacer oración, sin embargo tenía grandes deseos de saberlo, pero María, encontrándome bastante piadosa, solo me dejaba rezar.  Cierto día, una de mis maestras de la Abadía me preguntó que hacía los días libres cuando estaba sola.  Le respondí que me iba detrás de mi cama, en un espacio vacío que fácilmente quedaba cerrado por las cortinas y que ahí "pensaba".  "Pero, ¿en qué piensas?", me dijo.  "Pienso en Dios, en la vida... en la ETERNIDAD, en fin, ¡pienso!".  La buena religiosa se reía mucho de mi.  Tiempo después, gustaba de hacerme acordar del tiempo en que pensaba y me preguntaba si todavía pensaba.  Comprendo ahora que yo hacía oración sin saberlo y que ya Dios me instruía secretamente.

Para mi la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría.

San Juan de la Cruz

El que huye de la oración, huye de todo lo que es bueno.

San Pío de Pietrelcina

Ora y espera; no te inquietes.  La inquietud no conduce a nada.  Dios es misericordioso y escuchará tu oración.


(1) Jacques Philippe, Tiempo para Dios, páginas 26 y 27