PARA SER SANTO
Para ser santo no hay que ser acaramelado, pero hay que ser pacífico, libre y desprendido del concepto que de ti puedan tener los demás, mantenerse imperturbable ante elogios y humillaciones, agradeciendo ambas, pero valorando más las segundas que las primeras, estas definen en gran medida el nivel en que te encuentras.
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