MI VOCACIÓN
Atrás quedaron los años en los que recorrí comunidades religiosas y diócesis buscando discernir mi vocación, me encontraba tan deseoso de vivir una experiencia de este tipo al estilo de lo que se cuenta en la vida de los santos: Llamados constantes y contundentes, caminos que se despejan conforme se comienza a transitar por ellos, abandono progresivo en la providencia divina, un amor por Dios que no se apaga ni mengua pese a las dificultades, entre otros actos cargados de virtudes y heroísmos. Sin embargo, nada de eso tuvo consistencia en mi y huía de aquellos sitios afirmando que no era lo que buscaba o ni siquiera se me permitía entrar porque mi comportamiento inmaduro y débil molestaba a los orientadores vocacionales, favor que me hicieron, evitándome mayores penas con las que seguro no hubiera podido cargar; una vez más se aplica en mí aquella frase de Pablo cuando afirma que "todo sucede para el bien de los que aman a Dios" (Rm 8, 28). ¡Cuánta confusión la de esos días!, mi proceder para algunos incomodo se juntaba con el llamado que Dios me ha hecho desde siempre y pretendiendo responder a este, hurgaba en esos escenarios con el objetivo de definir mi situación, ¡que equivocado estaba!, no obstante y a través de los años, Dios fue haciéndome entender las características de ese llamado y todos los acontecimientos que he vivido han ido moldeando mi vocación:
AMARTE EN DONDE ESTÉ Y AMARTE COMO ESTÉ, NADIE NI NADA PUEDE IMPEDIR ESTO O PONERLE LÍMITES, TE ENCUENTRO DONDE ME ENCUENTRE, TE ENCUENTRO DONDE TE PIENSE Y PUEDO VERTE EN TODO, MI MONASTERIO ES EL MÁS GRANDE Y MI HABITO EL MÁS PRECIOSO, TU SANGRE JESUCRISTO.
Que libre me siento y cuanto más deseo serlo para vivir a plenitud este llamado, no dependo de pareceres humanos, sino de tu decisión ya tomada como también lo afirma Pablo cuando manifiesta que "los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rm 11, 29).
Rodrigo Romero L.
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